Venecia es única y decirlo es un lugar común. Pero bienvenida la obviedad cuando la palabra acierta y más aún cuando va más allá de sus propios límites para evocar otros pensamientos no tan transitados. Es evidente que Venecia es única por el encanto romántico de sus canales y por la irreal experiencia de caminar por una ciudad de agua y sin tráfico. Sin embargo, Venecia es única también, porque aún es capaz de evocar el inmenso poder de su pasado como reina de los mares, y a la vez, tomar con desenfado y dignidad la irreverencia de este presente de turismo multicolor, democrático y masivo.
Pocas ciudades en el mundo son capaces de tales audacias, pero Venecia lo consigue con esa soltura desinhibida que solo tienen los que pueden. Y así nos transporta silenciosa y gallarda, a los tiempos en los que su espíritu comercial y cosmopolita asentado en la autoridad de sus marinos y la astucia de sus mercaderes, la convertían en la potencia económica y política más importante de Occidente. Porque mientras el resto de Europa se debatía en feudalismos y vasallajes, la Serenísima República de Venecia creaba un sistema político único, comerciaba con el mundo y se erigía en refugio de judíos y moros para hablar mil idiomas.
Lo fantástico es que todo ese poder sigue intacto y exhibe su esplendor, en cada uno de esos magníficos palacios de filigranas bordadas con encaje de mármol, en cada brillo de luz derramada desde las bóvedas de mosaicos de su fantástica basílica, y por supuesto, en el inmenso poder de sus cofradías de laicos, las que cumpliendo con el compromiso cívico de cuidar a los enfermos y exorcizar la peste, no dejaban de rivalizar entre ellas en belleza y grandiosidad.
Pertenecer a una Scuola – porque así se llamaban estas asociaciones-, daba autoridad y dignidad a un veneciano, pero en el siglo XVI había que pertenecer a una en especial, la más rica y próspera, la que defendía a los ciudadanos de la peste y recibía la protección del santo que la cura y la somete: la maravillosa Scuola Grande de San Rocco.
Fuimos a su encuentro el último día de nuestro viaje, porque teníamos en San Rocco una cita de despedida con el más monumental y majestoso de los pintores venecianos, el gran Jacopo Robusti, más conocido como Tintoretto. Y fuimos recompensados y con creces. Porque si el poder de aquella Venecia sigue intacto, el lugar en que se respira es en la imaginación, la grandiosidad y la tenacidad con que Tintoretto pintó a lo largo de veintitrés años de su vida en San Rocco. Años en los que cubrió salas gigantescas, techos de una inmensidad inconcebible y hasta escaleras y corredores, creando uno de los ciclos iconográficos más vastos de la Historia del Arte.
La visión de sus salones quita el aliento, pero lo más impresionante de todo, es que la gente -los turistas- no van a San Rocco, y así fue que tuvimos el privilegio de dialogar prácticamente a solas con Tintoretto. Y a cada instante nuestros ojos se veían asaltados por el dinamismo de sus composiciones, por la multitud de personajes y por el ingenio y la emotividad de sus luces. Sin embargo, el gran vuelco al corazón ocurrió, cuando al girar a la izquierda al fondo de la sala superior, nos encontramos de lleno con su Crucifixión.
La Crucifixión corona la pared mayor de la Sala del Albergo y es imponente, como todas las obras de Tintoretto -mide más de 5 metros de ancho por 12 metros y medio de largo-. Y allí estaba ella, sola y vacía, como esperándonos y eso nos permitió sentarnos a su alrededor, observarla, sentirla, vibrar con ella. El impacto emocional era fuerte; es lo que siempre sucede con Tintoretto, primero abruma y confunde, pero si se le da tiempo, él mismo te guía hacia el orden y comienzan a aparecer las líneas de la composición y todo cobra sentido en un instante. Su magia te atrapa y la paz se apodera del espíritu.
Nos fuimos de allí arrobados por la imponente visión de un pintor sin igual y a la mañana siguiente también nos fuimos de Venecia. Y mientras emprendíamos nuestro regreso a Uruguay, nos dimos cuenta que ya no éramos los mismos. Italia, su historia, sus pintores y su amor a la belleza, nos habían transformado y nos íbamos con una huella imborrable, de esas que calan hondo y que obligan a mirar el mundo con otros ojos. Afortunadamente, ya no éramos los mismos.
* Las hermosas fotografías que han ilustrado estas crónicas de viaje, fueron tomadas por los viajeros durante nuestra aventura italiana. Muchas gracias, por su talento y generosidad.
* Va una más de despedida. Una verdadera obra maestra de composición.
La espera de la «confesión» de hoy fue larga. Pero valió la pena. Volvimos de tu mano a Venecia, a los canales, a la Scuola di San Rocco y a Tintoretto y su monumental Crucifixión.- Volví a quedar arrobada. Gracias Emma por lo que nos hiciste aprender y disfrutar. Como tú misma lo dices, después de esta experiencia ya no somos las mismas.-
Demoró Inés, pero llegó…la última de nuestro viaje…gracias a Uds. por llevarme…
Magistral descripción, tienes tal dominio sobre el Arte, que eres transparente, en el detalle, más ínfimo, la certeza de la fuerza, la luz, que emite la pintura de Tintoretto, estalla ! ! en el
Relato, envuelto de emoción y gozo…. es verdadero ARTE..Qué maravilla la experiencia, de los afortunados compañeros de viaje, no descarto que la fortuna, me enfrente a tanta belleza, y tendré presente estos relatos, Gracias !!!
Gracias Tere, muchas gracias.
Enviado desde mi iPad
Divino Emma! traduce en palabras exactas la emoción sentida al ver y recorrer esas obras! Primero una fuerte impresión luego el disfrute de ver los detalles, las expresiones, el espíritu de Tintoretto puesto en su obra! Gracias nuevamente por permitirnos revivir Venecia juntos!
Gracias Maria Carmen, me pone muy felíz que te sientas identificada con mis palabras!!!
Es verdad,ya no somos los mismos,después de estas experiencias,es diferente mirar que ver y apreciar . Ni Italia será igual a como la pensábamos ,si tenemos la suerte de regresar y contemplar el regalo de su arte que ha dejado a lo largo de su historia ,para construir nuestra cultura, nuestra civilización .
Gracias Emma!
Es así María, ya no somos los mismos y eso es lo mejor que puede pasar en un viaje. Porque a veces no se trata de ver cosas nuevas, sino de verlas de otro modo, desde otro ángulo. Gracias
Un privilegio haber podido integrar este grupo y disfrutar de tanto que Ema nos brindo. En esta entrega podemos constatar nuevamente su prosa inspirada, exaltada y unica. Gracias, Carmen
El privilegio fue mío, Carmen.Gracias
Emotivo relato de uno de los mas bellos lugares de la Serenisima.
Sin duda, Daniel, uno de los lugares más bellos del mundo!!! Gracias
Precioso tu comentario;nos permite ver otra Venecia.Gracias
[…] “Mi experiencia con la más bella” – Link “El día que caminé junto a los Medici” – Link “Una cita a ciegas con Tintoretto” – Link […]