Las vidrieras de las catedrales góticas son simplemente sobrenaturales, son una experiencia trascendente en la que la luz se expresa en su más eximia cualidad, la de ser inmaterial e intangible. Más al mismo tiempo, los vitrales son expresión de la capacidad de transformación de la materia y es allí en donde interviene el ancestral oficio del verrier, que es quien hace nacer de esa luz una nueva belleza.
Por ello, cuando fuimos a Chartres con el Grupo de Viaje Francia 2016 no agotamos nuestra experiencia de luz en su maravillosa catedral, sino que visitamos el Atelier Loire, que fundado en 1946 por el Maitre Verrier Gabriel Loire, es hoy uno de los pocos talleres de vitrales que aún quedan activos en Francia.
Sí, es un oficio en extinción, un oficio que hoy es apenas compartido por un centenar de artistas-artesanos, pero que pudimos sentir vivo, cuidado y respetado, e incluso aún como en los viejos tiempos medievales, transmitido de padre a hijo como es el caso de la familia Loire que lleva tres orgullosas generaciones.
Llevan el oficio prendido en el ojal y lo exhiben con soltura y serenidad, con una especie de paz que tiene algo de ascetismo monacal por aquello de la entrega y la convicción; al menos así se sintió a Jacques Loire, que fue quien nos guió por su universo de luz y color.
Jacques fue quien nos explicó con calma y claridad cada material y cada herramienta, quien nos contó de los lentos y pacientes procesos y sus complicadas técnicas, y también, fue quien nos maravilló con sus demostraciones, como por ejemplo, cuando nos mostró la ancestral técnica de la colocación del plomo -la que se hace exactamente igual que en el siglo XII- o cuando ejemplificó la técnica en la que su abuelo destacó y que se conoce como dalle de verre y cortó el vidrio frente a nuestros ojos asombrados.
Todos los que han tenido el privilegio de visitar el taller de un artista, saben que un taller es un lugar especial, que el aire es distinto, que los movimientos tienen ritmo propio, en fin, que un taller, es un lugar sagrado. Lo era en el siglo XII y lo sigue siendo hoy; ahora, después de visitar un atelier de verrerie, puedo además agregar que ese fuego sagrado puede ser un reino de luz, tan inmaterial e intangible como ella.
* Gracias Selene por las fotos
Muy interesante e instructivo,
Gracias,Emma,tu fina prosa nos ha atraído hacia los misterios que envuelven al artesano-artista en su santuario de creación.El silencio y las manos hábiles nos atrapan en esa atmósfera que casi podemos tocar con tus palabras.
Agradezco a su autora y a quienes han transitado por tan bella experiencia, pues es maravilloso que al compartir la misma, nos permitan acceder y disfrutar de tanta belleza, que podamos apreciar la labor y a sus creadores, trasladarnos al pasado con mezcla del presente y visión de un futuro que es necesario preservar.